Algunos serranos -hombres y mujeres de buena fe-, en Guelatao dieron el beneficio de la duda al candidato del Morena. Andrés Manuel López a pesar de sus estridencias y la tendencia belicosa de algunos de los de su círculo cercano.
Con su sabiduría innata, las autoridades municipales se acercaron a AMLO y le hablaron precisamente de la devastación de la ventajosa industria minera. Saben del sospechoso compromiso de este candidato presidencial con Napoleón Gómez Urrutia, “Napito”. Están enterados que lo hizo candidato a Senador a pesar de la investigación en su contra por fraude de 500 millones de dólares en perjuicio de los trabajadores mineros.
Algunos de la Unión Liberal de Ayuntamientos le pidieron al tabasqueño que, en caso de que gane, les permita revisar todos los permisos y concesiones otorgadas sobre los recursos en sus territorios. “No queremos proyectos mineros que deterioran el medio ambiente, quiebran el tejido social, generan inseguridad en nuestras regiones y ni siquiera dejan beneficios económicos ni a las regiones, ni al país”.
Ese fue el mensaje de los nativos al primer candidato presidencial que pisa la zona. La misma actitud será para los otros contendientes, gane quien gane. Muy sintomática la recomendación para el candidato que ha pactado con el corrupto líder del sindicato minero exiliado en Canadá donde espera cómodamente la inmunidad legislativa que le dará el partido Morena. Bueno, en caso de que los ingenuos mexicanos, así lo avalen con su voto.
Esto fue el lado bueno del evento. Pero no fue solamente eso. No pocos observadores consideran positivo el despertar de los maestros y, en general, de los oaxaqueños.
Para empezar, algo falló en las filas de los fanatizados de la CNTE. En Guelatao tenían previsto que AMLO firmara el compromiso con ellos para echar abajo la Reforma, pero no hubo tal. El mismo candidato aclaró que “no fue necesario” firmar los compromisos suscritos este sábado con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en Oaxaca porque los docentes confían en que cumplirá los compromisos.
A pesar de la intensa propaganda de los capos del cartel 22 y sus miles de activistas, las expectativas por la visita de AMLO para echar abajo la Reforma educativa, no alcanzaron lo esperado. Con tan solo diez por ciento de los 80 mil trabajadores de la educación que hubieran arropado al tabasqueño “cuasi presidente”, el evento hubiera dejado imagen de éxito total. Con todo y los autobuses repletos de acarreados, los más optimistas, calculan que hubo apenas unos cuatro mil aplaudidores.
Esto ratifica la gran desconfianza que durante 35 años del llamado movimiento “democrático” magisterial, han generado los belicosos sembradores de odio que aglutina la CNTE, el organismo sindical en el que López basa su fuerza para ascender al poder. Los organizadores esperaban multitudes para aclamar al “futuro presidente” que echaría abajo la Reforma educativa y devolvería a los capos del cartel 22 el control del IEEPO con su presupuesto de más de 35 mil millones de pesos. El desdén fue evidente.
Con horarios y escenarios muy cercanos, el candidato presidencial AMLO y el abanderado de la alianza PAN-PRD Héctor Pablo Ramírez, juntaron a su alrededor el mismo gentío. Muy revelador porque se trata de un candidato a la Presidencia de la República ante un abanderado local. Así lo confirmó el mismo HP en sus redes sociales.
El tropezón de AMLO en un lugar que consideraba bastión para sus pretensiones políticas, es significativo.
Esto puede ser por dos cosas: Primero, la brutal violencia que han sembrado sus activistas del cartel 22 durante más de 30 años en perjuicio de la niñez y toda la sociedad. Hay que reconocer que han sembrado con gran alcance la maldita escuela de la anarquía mediante marchas, plantones, secuestros y hasta plagio de niños para obtener dinero “para la causa”. Segundo, Hay gran irritación social por todo lo que hacen: quema de vehículos, cierre de escuelas públicas, caminos, carreteras y empresas particulares. Su “accionar” ha partido la cohesión social. Hay oaxaqueños que abominan a los pejistas. Aseguran que se irán del país si llegan al poder. Comentan que ya no será solamente Oaxaca, que todo el país podría ir a la ruina.
Pero sus seguidores también hacen cálculos. Que cuando AMLO sea presidente nos lloverá la panacea de todos los males, no habrá más pobres, le quitará a los ricos bienes para repartirlo entre los miserables. La corrupción desaparecerá, el crimen organizado se acabará automáticamente, que la mafia del poder desaparecerá. Tal vez pase como Gabino Cue, el hijo putativo de AMLO, al que presentó en todos los pueblos como “el salvador” de Oaxaca. Efectivamente, el consentido de AMLO desapareció de Oaxaca con su círculo cercano, se fue a otros lares a disfrutar el botín. Algo muy parecido conlleva el nuevo mensaje de quien ya se sueña presidente. Pero, además, hay otro ingrediente muy peligroso. Lo mismo que sus huestes, AMLO fomenta odios exacerbados. Leer algunas consignas de los de su círculo cercano en redes sociales, provoca en muchos mexicanos incertidumbre. Sus amenazas provocan un sentimiento de miedo ante la sola posibilidad de que estas hordas se encumbren al poder. Ya lo padecimos en Oaxaca.
No hay que olvidar que durante el “gabinato”, las huestes del cartel 22 de la mano generosa del chilango traído de Michoacán, Benjamín Robles Montoya, se hicieron transportistas con miles de concesiones. Formaron sindicatos para enfrentar con violencia a los del PRI y demás adversarios políticos. También a la Prensa que no les servía. Hicieron cientos de organizaciones “sociales” que sirven, hasta la fecha, como grupos de choque y sus líderes son exigentes pedidores de dinero público.
Así fue el sobrecalentamiento de la praxis política para que, primero llegara Gabino Cue al poder (dixit 2016) y ahora marca la misma ruta para AMLO. Estos son los que apuestan a establecer el mismo camino para su triunfo el uno de julio próximo. La percepción que tienen es que “AMLO ya es presidente, nada ni nadie lo impedirá”.
